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viernes, 2 de octubre de 2009

Inquietud

"La sangre sobre la nieve es más roja” le dije a Aurelio -para calmarlo- cuando la vio derramada en alfombra y sábanas. Estaba alarmado. Traté de sonreír con lo que me quedaba de ánimo: llama la partera. Marcó el teléfono: necesito a doña Asunción en lo de Aurelio. Es hora.


Doña Asunción ordenaba: Agua, telas limpias. Salgan todos. Quiero acompañarlas, musitó Aurelio. Con un gestó le indiqué: No. Cálmese señora, las cosas no son tan graves. Sabiéndolo un recurso, callé. La pequeña estaba atrancada. No podría salir aunque Asunción trabajara. La sangre fluía. Me desvanecí. Más tarde me dijeron la niña nació bien, lo único raro es que tiene una trompa como de elefante. Le haremos cirugía facial. Miré asustada allí estaba la prueba flagrante de mi delito. Mi marido un cornudo, yo una coqueta. Me enamoré de Ganesha y me poseyó en sueños. Aurelio me miraba con compasión. Pero no pidió el divorcio. En adelante me torturaría.


AnA


jueves, 1 de octubre de 2009

Dos palabras





                                                     "Ni idea. Esas son dos palabras…"



Dos palabras.
Cuarto menguante.
Soy yo. Te extraño. Nos vemos.
Te cuidas. Salgamos juntos.
Te pienso. Aquí estoy.
Cuenta conmigo. Caminemos juntos.
Cuarto creciente.
No sé. Nada creo. Flor deshojada.
La vida. Una trampa.
Bonito día. Buenas noches. Puerta cerrada.
Quiero sexo. La muerte.
Tomemos otro.
Emborráchate conmigo.
Luna llena.
No estoy. Usuario desconectado.
¿Qué piensas? Tiempo muerto.
Caída libre. No responde.
Luna nueva.
Estoy soñando.
Duermo penas.
Escribo poemas. Leo novelas.
Camino, canto.
Soy mujer. Sin retorno.
La mar. Calma chica.
Todo acabó. Por fin.
¡Oh, no!





AnA





Aquella tarde de martes en septiembre después de tu carta.







viernes, 17 de abril de 2009

Y fuimos el amor

Y le dije: Ven a mi lado apóyate en mi hombro, deja que acaricie tu cabeza y te ponga ungüentos olorosos a maderas y azahares para que tu cuerpo descanse de sus dolores. Llevé entonces velas y flores de frangipán y ungí su cuerpo y lo acaricié despacio, con dulzura, quedito, quedito, hasta que durmió en mis brazos por tres noches y tres días. Lo alimentaba con leche de cabra y pan ácimo, pescado ahumado y tomates con albahaca. Todo igual, todo distinto.

Habló a mi corazón y me contó sus penas, apoyó su cabeza en la almohada y luego ya descansado y en paz me tomó en sus brazos y fuimos el amor y los sueños y volamos en carros de fuego al cielo y bajamos al infierno tantas veces con angustia y buscamos el secreto de las amapolas y los nidos de las arañas y las golondrinas e inventamos palabras para nosotros y reímos y cantamos y fuimos uno y dos y tres y seis y siete y cuatro por doce y soñamos despiertos y vivimos dormidos. Fuimos libres y amantes y dos y todos.

Pensando mejor, fue así: Existíamos tú y yo. Tu mirada con su luz abrió mi entendimiento y me dio la fuerza para avanzar entre espinas y abrojos hasta llegar a tu orilla renovada y llena de esperanzas. Fue tu mano la que me dio de comer y de beber y fueron mis palabras las que salieron de mi pecho para sanar mis heridas y me hiciste descansar en tu almohada.

Después de la transformación me diste tu amor como una ofrenda de sedas y flores rojas.

Transcurrimos por una senda de luz y de calma, transformamos los sueños en besos y el temor en sosiego. Y fuimos el amor y los sueños y la vida. Y fuimos libres y amantes y dos y todos.

Analuna

Escrito un martes de abril del año de gracia de 1352 en Coímbra


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soy brisa, nube rosada de la tarde, aliento cálido, escarcha de alas de mariposa, alucinación fugaz