no es autobiográfico
sábado, 9 de abril de 2011
La Donna
domingo, 25 de julio de 2010
Cortejo
Aunque era un renegado del amor, aún no lo invadía el tedio
insoportable del desinterés por las mujeres.
A veces, ella le hacía masajes con crema tibia y aceites perfumados, era como un rito,
una misa negra y él quedaba a su merced.
En sus brazos se sentía arrastrado por la corriente de un afluente encrespado,
se dejaba llevar por sus caricias y en el momento crucial él se pensaba en el cielo.
Después no quería saber nada de ella, hasta la siguente vez.
miércoles, 23 de junio de 2010
Destino
Registrado: AnA
jueves, 13 de mayo de 2010
Para escribir un cuento
Heroína, que esa mañana se dedicaba a juntar letras y a contar flores se dijo:
Se veían algunas tardes, conversaban y comían frutas.
Una vez compartieron una madrugada de suspiros anhelantes.
- ¿A quién estás frecuentando?
Único expresó su verdad:
- Veo a muchas mujeres, algunas para intercambios sexuales, otras robarles sus réditos y otras que ni siquiera me importan.
-Tal vez aquí está la explicación: no crees en el amor -dijo Sandro-. ¿Alguna madrugada compartida?
Único recordó aquella vez que estuvo con Heroína y sonrió.
Sí –dijo–. No tuve la precaución de cuidarme como me previniste, recibí una bebida de manos de mujer.
Sandro lo miró y le dijo:
- Es probable que esa mujer te hiciera un conjuro. Debes contactarla pronto.
Único escribió a Heroína sin recibir respuestas durante dos semanas. Su seno seguía creciendo, estaba en el centro de su pecho y hacía que respirara con dificultad. Además sentía muchos deseos de salir volando, perderse en el infinito, irse, no estar.
Heroína aceptó ver a Único un atardecer, bajo la ceiba. Él llegó ansioso y se sentó en la hierba a esperar. Los guayacanes tenían muchas hojas verdes. Heroína caminó hacia Único con una sonrisa entre su cabello suelto.
- Heroína ¿qué me hiciste aquella madrugada?
Ella lo miró a los ojos.
- Nada diferente a lo que tú hiciste conmigo. Un poco de mi esencia. Ahora solo queda soñar en desaparecer.
Se abrazaron y del pecho de Único nació una ceiba, primero una rama y luego salieron otras: era una ceiba en miniatura, la ceiba grande elevó sus raíces hacia la pequeña, la llevó a sus pies y la sembró allí en la tierra.
viernes, 2 de octubre de 2009
Inquietud
Doña Asunción ordenaba: Agua, telas limpias. Salgan todos. Quiero acompañarlas, musitó Aurelio. Con un gestó le indiqué: No. Cálmese señora, las cosas no son tan graves. Sabiéndolo un recurso, callé. La pequeña estaba atrancada. No podría salir aunque Asunción trabajara. La sangre fluía. Me desvanecí. Más tarde me dijeron la niña nació bien, lo único raro es que tiene una trompa como de elefante. Le haremos cirugía facial. Miré asustada allí estaba la prueba flagrante de mi delito. Mi marido un cornudo, yo una coqueta. Me enamoré de Ganesha y me poseyó en sueños. Aurelio me miraba con compasión. Pero no pidió el divorcio. En adelante me torturaría.
AnA
jueves, 1 de octubre de 2009
Dos palabras
viernes, 17 de abril de 2009
Y fuimos el amor
Y le dije: Ven a mi lado apóyate en mi hombro, deja que acaricie tu cabeza y te ponga ungüentos olorosos a maderas y azahares para que tu cuerpo descanse de sus dolores. Llevé entonces velas y flores de frangipán y ungí su cuerpo y lo acaricié despacio, con dulzura, quedito, quedito, hasta que durmió en mis brazos por tres noches y tres días. Lo alimentaba con leche de cabra y pan ácimo, pescado ahumado y tomates con albahaca. Todo igual, todo distinto.
Habló a mi corazón y me contó sus penas, apoyó su cabeza en la almohada y luego ya descansado y en paz me tomó en sus brazos y fuimos el amor y los sueños y volamos en carros de fuego al cielo y bajamos al infierno tantas veces con angustia y buscamos el secreto de las amapolas y los nidos de las arañas y las golondrinas e inventamos palabras para nosotros y reímos y cantamos y fuimos uno y dos y tres y seis y siete y cuatro por doce y soñamos despiertos y vivimos dormidos. Fuimos libres y amantes y dos y todos.
Pensando mejor, fue así: Existíamos tú y yo. Tu mirada con su luz abrió mi entendimiento y me dio la fuerza para avanzar entre espinas y abrojos hasta llegar a tu orilla renovada y llena de esperanzas. Fue tu mano la que me dio de comer y de beber y fueron mis palabras las que salieron de mi pecho para sanar mis heridas y me hiciste descansar en tu almohada.
Después de la transformación me diste tu amor como una ofrenda de sedas y flores rojas.
Transcurrimos por una senda de luz y de calma, transformamos los sueños en besos y el temor en sosiego. Y fuimos el amor y los sueños y la vida. Y fuimos libres y amantes y dos y todos.
Analuna
Escrito un martes de abril del año de gracia de 1352 en Coímbra
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